Einstein, Langevin y Curie se conocían. Aquí están en una conferencia de Física en Bruselas en el año 1911.
La aventura de Marie Curie que escandalizó al comité del Nobel
La científica polaca-francesa Marie Skłodowska Curie ya había ganado un premio Nobel. De hecho, había sido la primera mujer en la historia en recibir uno y estaba por convertirse en la primera persona en ganarse el galardón dos veces, así como la única en ser premiada por dos ciencias distintas: Física (1903) y, ahora, Química.
Era 1911, y el comité la invitó a Estocolmo a la ceremonia de premiación y a la cena con el rey de Suecia, como es la costumbre.
Pero surgió un problema.
No tenía nada que ver con su trabajo con radio y polonio, que la había hecho merecedora del premio.
Se trataba de algo que, en esa época, también era radioactivo.
Atractivo pero prohibido
Cinco años antes, su esposo -el físico Pierre Curie- había muerto tras ser atropellado por un carruaje en París.
Unos años más tarde, madame Curie empezó una relación con un físico que había sido estudiante de su esposo.
Se llamaba Paul Lengevin, era más joven que ella, alto y elegante.
Además, era muy inteligente -su tesis sobre gases ionizados había sido aclamada por su ingenio-, intrépido -escaló la Torre Eiffel en busca del aire más puro para estudiar las corrientes eléctricas en la atmósfera- y célebre -elegido al College de France y la Academie des Sciences-.
El problema era que Langevin estaba casado.
Ni el infierno tiene la furia…
Según cuenta la autora Lauren Redniss, en su libro «Radioactivo», el matrimonio de los Langevin no era feliz.
Madame Langevin sabía que su esposo ocasionalmente tenía affaires, pero -escribe Redniss- «la relación con Marie Curie le molestaba más, y pronto la animosidad entre las dos mujeres se tornó violenta».
Pero la relación entre Paul y Marie continuó. Hasta arrendaron un apartamento para sus encuentros secretos.
Carta va:
«Tiemblo de impaciencia al pensar que finalmente te veré, y te diré cuánto te he extrañado. Te beso tiernamente mientras espero que sea mañana…» Paul
Carta viene:
«Asegúrate de que nadie te está siguiendo cuando vengas a verme…» Marie
A pesar de sus esfuerzos por guardar el secreto, Madame Langevin no sólo sabía qué estaban haciendo, sino que organizó que se robaran las cartas del apartamento y los amenazó con que los delataría públicamente enviándolas a los periódicos.
…de una mujer desdeñada
Tres días antes de que Marie Curie ganara su segundo premio Nobel, Madame Langevin declaró públicamente que su esposo y la científica tenían una relación amorosa.
Exigió la custodia de los hijos y dinero.
«Los diarios de todo el mundo reportaron ‘lo más sensacional en París desde el robo de la Mona Lisa’. Los periódicos franceses en su mayoría simpatizaban con Jeanne Langevin, publicando artículos sobre su devoción y sufrimiento», cuenta Redniss.
«A Marie le asignaron el papel de vagabunda intrigante que había hechizado a un hombre casado. Aún peor, era una extranjera peligrosa… ¡una judía!, aseguraban aunque no lo fuera», añade la autora.
Escándalo
La fecha del juicio del divorcio de los Langevin fue fijada, cuando Marie debía ir a aceptar su premio Nobel en Estocolmo.
Y el comité del Nobel se alarmó.
«Debemos hacer todo lo posible para evitar el escándalo y tratar, en mi opinión, de impedir que Madame Curie venga», señaló el bioquímico Olof Hammarsten.
«Si viene y este asunto sale a la luz, creará dificultades en la ceremonia y, particularmente, en el banquete. Sería muy desagradable y difícil para la realeza presente en la audiencia y no sé quién podría sentarse en la misma mesa con ella», agregó.
El premio Nobel sueco Svante Arrhenius le escribió a Marie:
«Le ruego que se quede en Francia; nadie puede calcular lo que podría pasar aquí… Espero que mande un telegrama… que diga que no quiere aceptar el premio antes de que en el juicio de Langevin se demuestre que las acusaciones en su contra no tienen fundamento».
Y ella le contestó:
«El premio me lo dieron por el descubrimiento del radio y el polonio. Creo que no hay ninguna conexión entre mi trabajo científico y los hechos de mi vida privada».
Habla Einstein
La opinión de Albert Einstein era muy distinta:
«¡Ve a Estocolmo! Estoy convencido de que debes despreciar este alboroto. Si la chusma sigue molestándote, deja de leer esas estupideces. Déjaselas a las víboras para las que fueron escritas».
Y así lo hizo. Marie Curie, desafiante, se presentó a recibir su premio por sus descubrimientos… y no hubo ningún incidente durante la ceremonia.
Después, se sentó junto al rey de Suecia a comer los 11 platos que les sirvieron, sin ningún problema.
Diez días después de esa velada, Paul y Jeanne Langevins resolvieron sus asuntos fuera de tribunales: ella quedó con la custodia de los 4 hijos y él con el derecho de visitarlos.
Pero la ansiedad arruinó la relación de Paul y Marie.
Aunque siguieron en contacto y hablaban a menudo sobre asuntos científicos, el romance terminó.
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