«El Espía del Inca» es la primera novela de Dumett. Aunque hoy es un best-seller, demoró seis años en encontrar una editorial que apostara por publicarla.

El espía del Inca

Martin Riepl @martinwriepl – HayFestivalArequipa@BBCMundo

¿Cómo lograron menos de 200 españoles conquistar el imperio Inca?

Una horda de barbudos arremetiendo a punta de espada sobre una comitiva de nativos para capturar al hijo del Sol, es quizá la escena más representativa del choque de ambas civilizaciones.

Los conquistadores habían llegado hacía pocos meses, y luego de apresar al Inca en Cajamarca, les tomó otros pocos meses invadir Cusco, que en 1533 era la capital del reino más poderoso del hemisferio sur.

¿Fueron los arcabuces que retumbaban como truenos los que les dieron ventaja? ¿Las corazas que los protegían? ¿Los caballos que atropellaban al galopar?

«En realidad, fueron los mismos indígenas prehispánicos el factor más importante en la caída del imperio», sentencia el novelista peruano Rafael Dumett.

Durante once años, Dumett se sumergió tanto en crónicas coloniales como en investigaciones contemporáneas para escribir una ficción que pretende ser más real que las más arraigadas creencias populares sobre la conquista.

Y su libro, El Espía del Inca, es un best-seller en Perú.

«Los peruanos no tienen miedo de que los saquen de la versión idílica de sus propios ancestros», afirma.

La novela narra un evento que no tiene, y acaso nunca tendrá, una explicación definitiva.

¿Hubo alguna vez realmente un Imperio inca?

Si el Inca Atahualpa tenía bajo su mando a decenas de miles de soldados curtidos en sus sangrientas guerras de expansión, y dominaba un territorio tan largo como la distancia entre España y Rusia, ¿por qué no fue liberado del cautiverio impuesto por unas pocas decenas de conquistadores?

Esta es la conversación con el autor de una historia que busca cambiar la manera en la que vemos la Historia.

Se suele presentar al incanato como un estado de bienestar antiguo, casi como una especie de Edén profanado.

Y es eso lo que quiero contribuir a derribar. Hay ideas monolíticas, rígidas y hasta manipuladoras del incario.

Es completamente posible tener una visión idealizada de los incas y no tener la más mínima idea de quienes eran.

«En realidad, fueron los mismos indígenas prehispánicos el factor más importante en la caída del imperio», señala Dumett.

¿Y qué falacias sobre el imperio te parecen evidentes y son tomadas como la historia oficial?

Empezando por la leyenda de su fundación. El mito de Manco Capac y Macma Ocllo que salieron del lago Titicaca, está inspirado en Adán y Eva y fue una fabulación del inca Garcilaso de la Vega para agradar el paladar de los españoles.

Recuerdo ahora los principios morales incas que todavía repetimos en los países andinos: Ama Quella, Ama Sua y Ama LLula (No seas flojo, No seas ladrón y No seas mentiroso)

Eso no existió. Es una invención posterior. Y no hablemos también de la bandera del Tahuantinsuyo, esa de los siete colores del arcoíris que supuestamente representa a los incas y que fue inventada en 1973 por un locutor de radio del Cusco.

Pero mucho de todo esto todavía se enseña hoy en el colegio

Y es contradictorio, porque en los últimos 50 años hubo enormes avances en la investigación histórica de esa época, y no se ha trasladado al patrimonio educativo colectivo.

El Espía del Inca, rompe una serie de preconcepciones populares. Creo que la gente sí es receptiva a la visión crítica de cómo se desarrolló la historia realmente.

¿Y qué dice la investigación histórica sobre por qué cayeron los incas?

Es lo que me preguntan normalmente, ¿Cómo 169 extranjeros pudieron conquistar un imperio? Y yo respondo: por superioridad numérica.

Por donde avanzaban los españoles, se encontraban a grupos étnicos dispuestos a aliarse con ellos en contra del incario.

El destino del derrotado

El Inca Atahualpa está cautivo, y aún no se sabe si los invasores son dioses o simples ladrones.

Sin traicionar la precisión de los datos históricos, la novela de Dumett teje y tensa los hilos de una conspiración que buscó liberar al emperador, ponerlo al mando de sus ejércitos y cambiar el destino de todo el continente.

El personaje central de este thriller de espionaje es un astuto agente del servicio secreto del Inca con la habilidad prodigiosa de contar cualquier cantidad de objetos de un solo vistazo.

«Pero este espía es un chanca, es decir, alguien que pertenece a otra cultura sometida por los Incas», precisa el autor a BBC News Mundo.

Pese a su enorme extensión, el imperio no duró ni cien años.

Sus conquistas fueron vertiginosas, y antiguos cronistas describen que no hubo piedad sobre algunas de las culturas vencidas.

Por ejemplo, según Juan de Betanzos, uno de los primeros españoles en aprender quechua, Atahualpa mandó sacar el corazón de los derrotados caciques cañaris (en lo que hoy es Ecuador) y se los dio de comer al resto de conquistados.

«¿Quiénes crees que eran los que proveían los pertrechos de guerra, quienes construían los depósitos, quienes alcanzaban la comida, quienes reparaban los caminos de ese imperio?», pregunta Dumett.

«El Espía del Inca» funciona como un mural amplio y detallado que describe los sometimientos de las etnias conquistadas, las ambiciones de los invasores europeos, los juegos de lealtad alrededor del Inca cautivo y fabula los universos íntimos de sus personajes, la mayoría reales.

«Quiero cambiar esa ficción que creemos de que se trató de una dualidad entre conquistadores y conquistados, opresores y oprimidos, de que el español malo llegó a conquistar al inca bueno», afirma.

Y a cambio de esa ficción popular, el novelista propone su ficción histórica.

Una que empieza, coincidentemente, con una pandemia.

Derribando estatuas

En la historia que se nos cuenta apenas se menciona la participación de los nativos a favor de la conquista

Así es. El momento más vulnerable de la conquista fue en el año 1536 cuando hubo dos sitios. Uno en Lima y uno en Cusco. En ambos los españoles estaban cercados y a punto de ser exterminados.

Ahí se acababa la conquista.

Pero dos ejércitos huaylas (pueblo sometido por los Incas) llegaron a salvarlos en la idea de formar una alianza con Pizarro y Almagro.

Y ya que los mencionas, ¿estarías tú entre quienes derriban estatuas de Pizarro, Colón y Cortés?

No. Sin embargo, yo jamás entendí por qué existía una estatua de Francisco Pizarro en la Plaza de Armas de Lima, al lado de Palacio de Gobierno.

Tu libro también podría justificar que descendientes de collas o cañaris protesten en Cusco contra la estatua del Inca Pachacutec que inició la expansión del imperio sobre sus culturas.

Posiblemente. Yo no amo las estatuas. Me da igual que las bajen o erijan.

Lo más importante es destruir las estatuas que tenemos en el cerebro. Destruir la subordinación ahí.

¿Sabes qué me gustaría?, que un descendiente colla, por ejemplo, lea mi historia y también quiera escribir su propia historia. Que ponga en duda lo que le cuentan.

Decía Balzac, que la novela es la vida privada de las naciones

Si yo contribuyo a que la gente tenga un panorama mucho más complejo y mucho menos maniqueo de cómo ocurrió esa conquista, yo me doy por bien servido.

Pandemia

Salango, el espía del libro, tiene el rostro picado por la viruela.

Es un sobreviviente que vio a su familia consumirse por la enfermedad.

Diversos historiadores sostienen que los españoles llevaron el virus a Panamá, y que éste se extendió tan rápido entre las comunidades nativas, que llegó a Sudamérica antes que Pizarro.

«Fue perturbador ver en los noticieros de actualidad las mismas escenas que yo leía en los libros de historia sobre lo que pasaba en el incario», señala Dumett.

«Por ejemplo, la actual pandemia también empujó los regresos masivos a los lugares de origen», agrega a BBC News Mundo.

Hay investigadores que afirman que el Inca Huayna Cápac murió de viruela, lo que disparó la sangrienta y larga guerra de sucesión entre sus hijos: Atahualpa y Huáscar.

Cuando los conquistadores llegaron no sólo encontraron un imperio tan extenso que resultaba difícil de controlar, sino también desgastado por el reciente conflicto civil.

¿Qué habría pasado si la conspiración para liberar a Atahualpa resultaba exitosa?

«Eso depende de cuándo. Capturado perdió poder. No habría sido lo mismo ser liberado en diciembre de 1532 o marzo de 1533», ensaya Dumett.

«La posición del Inca se había deteriorado mucho, y de acuerdo a las crónicas, su estado anímico también», agrega.

Atahualpa termina pronto ejecutado por los españoles. En la realidad y en la ficción.

La apuesta

Imposible no hacer un contrapunto entre tu novela y el reciente best-seller Civilizaciones, del francés Laurent Binet, que más bien plantea la ficción de que Atahualpa viaja a Europa y conquista España. ¿Qué te parece el escenario?

No lo puedo tomar en serio. Comenzando por el hecho de que hay que considerar los viajes que realmente pudieron realizar los incas, y estos fueron a la polinesia, usando las corrientes oceánicas.

Si vas a hacer contrafácticos, hazlos en serio.

¿En qué sentido?

¿Cómo podría viajar Atahualpa al norte? La corriente oceánica no lo permitiría.

El libro de Binet me parece un divertimento de carácter un poco colonial y barnizado de «buen salvajismo». Algo como tratar de ver qué habría pasado si «los malos hubieran sido los buenos y los buenos hubieran sido los malos».

Tu novela debió pasar seis años en búsqueda de editorial para finalmente ser publicada, ¿qué crees que la hizo poco atractiva para los grandes sellos?

Creo que las grandes editoriales tienen ideas perezosas, flojas, prejuicios sobre lo que lee el peruano.

Quizá los asustó que mi novela tuviera 800 páginas. De manera diplomática me decían que «la temática andina era muy complicada para el lector».

¿Subestiman al público?

A mí me gustaría hablar con alguien del departamento comercial de las editoriales, para que me explique bien su argumentación.

No hay manera que articulen una defensa de sus cautelas en la que no haya menosprecio por el lector.

Pero hagamos también un esfuerzo contrafáctico con tu novela. Si la publicabas hace unos seis años, ¿habría tenido éxito?

Es un buen punto. Durante los últimos 20 años en Perú han surgido grupos sociales con poder adquisitivo y que al fin tienen la tranquilidad mental para reflexionar sobre su propio pasado.

La gente busca ahora historias que les conciernen y que los haga pensar en sí mismos.

Suenas satisfecho

Yo aposté 11 años de mi vida, que no es poco, a que habría un lector interesado en leer esta historia.

Aposté, y gané.

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