Pinceladas periodísticas de la Costa Rica del Siglo XIX por Adolphe Marie. Jeannette Bernard Villar. Ministerio de Cultura Juventud y Deportes. Costa Rica, 1976.
Adolphe Marie periodista en Costa Rica
Carlos Arroyo – Mis Libros con Notas
Cuando, en 1852, el escritor alemán Wilhelm Marr estuvo en Costa Rica y manifestó su interés por conocer a los personajes notables del país, le recomendaron que asistiera a las peleas de gallos, puesto que allí los encontraría a todos. La descripción que dejó escrita en la crónica de su viaje es en verdad pintoresca.
A las tres de la tarde del domingo, tras pagar un real como derecho de entrada a un galerón desvencijado, se encontró con una bulliciosa multitud en que se mezclaban «dones y descalzos», interactuando con absoluta igualdad. Del presidente de la República anotó, «no tiene escrúpulos en apostar sus pesos contra los del último peón».
Tal parece que don Juan Rafael Mora Porras, el presidente, no le causó buena impresión. Lo describe como un señor de pequeña estatura y cara llena y astuta, vestido de frac negro y pantalones amarillos. Consigna en su escrito que le dijeron que don Juanito «tan solo se ocupa en los asuntos del gobierno cuando está en juego su interés personal, y deja la política menuda en manos de su ministro Carazo, en tanto que un francés, Monsieur Adolphe Marie, atiende la alta política, es decir, la correspondencia con las naciones extranjeras.»
Haya sido cierto o no lo que le dijeron, la leyenda de que, durante la presidencia de don Juanito, Manuel José Carazo gobernaba y Adolphe Marie escribía, fue repetida tanto por amigos como enemigos de su administración. A Adolphe Marie se le atribuye hasta la redacción de las dos proclamas de don Juanito contra los filibusteros de William Walker, que contienen, por cierto, expresiones que remiten a la Marsellesa, himno nacional de Francia. De la enorme cantidad de documentos que aparecen firmados por don Juanito, hay unos de expresión simple y redacción atropellada, mientras que otros son de giros complejos, vocabulario elevado y elegante prosa. Muchos han supuesto que esta disparidad se debe (tomando en cuenta el hecho de que don Juanito no cursó estudios superiores) a que los primeros son obra enteramente suya, mientras que los segundos debieron haber sido redactados por su colaborador francés. Si no se los escribía, al menos se los corregía, porque la prosa de don Juanito desmejoró mucho a partir de 1856, año de la muerte de Adolphe Marie.
No hay muchos datos sobre la vida de Adolphe Marie. Se supone que nació en Francia en 1816, pero se desconocen el lugar y la fecha exacta. Tampoco se sabe cuándo ni por qué motivo decidió emigrar a América. Arribó a Costa Rica en 1848 en compañía de Juan José Flores, el militar venezolano que fue tres veces presidente de Ecuador. Se ignora también a qué se dedicó el francés durante su primer año en Costa Rica. Su nombre se hizo notar cuando, el 26 de mayo de 1859, publicó un artículo en el periódico El Costarricense, que fue muy apreciado por la alta sociedad josefina.
El debut de Adolphe Marie en la prensa costarricense, de la que se convertiría en figura principal casi inmediatamente, no fue, como los que escribiría luego, un editorial político, ni una nota humorística, ni una crónica social, ni una traducción de un artículo europeo, sino, simple y sencillamente, un obituario. Escribió la nota necrológica de Manuela Escalante, hija de Manuel García Escalante y María López del Corral y Nava, que nació el 16 de julio de 1816 y falleció el 25 de mayo de 1849, poco antes de cumplir los treinta y tres años de edad. Manuelita, que era soltera e hija de familia rica, dedicaba sus interminables horas de ocio a estudiar los clásicos latinos y griegos, dominaba la filosofía de Aristóteles y era una gran lectora de las obras de Cornelio Tácito, a quien consideraba «el escritor más profundo de todos los siglos y el que más conoció el corazón humano».
La finada Manuelita era hermana de Rafael García Escalante, tatarabuelo de mi gran amigo don Roberto Trejos Escalante y en alguna ocasión comenté con él que tal parece que su lejana pariente era una mujer de amplia cultura y clara inteligencia. Lamentablemente sus escritos no se conservaron.
Adolphe Marie se convirtió en redactor de El Costarricense y, en 1850 fundó el periódico El Guerrillero, donde hizo gala de un agudo estilo satírico. Dos años después, en 1852, fundó El Eco. Ese mismo año Adolphe Marie se convirtió en colaborador cercano de don Juanito Mora, quien lo nombró redactor de La Gaceta y funcionario de confianza en las carteras de Educación y Relaciones Exteriores. Llegó incluso a representar al país en misiones internacionales. Marie dirigió también un periódico llamado El Compilador, en 1853.
Algunos han dicho, equivocadamente, que Adolphe Marie fue el primer profesor de francés de la Universidad de Santo Tomás. Es verdad que Marie dio clases de francés en la Universidad durante el curso de 1855, pero el primer profesor de francés de esa institución fue don Lucas Alvarado en 1844.
Estudiosos de la historia costarricense, como don Cleto González Víquez, Monseñor Víctor Manuel Sanabria Martínez, Francisco Montero Barrantes o Luis Felipe González Flores manifestaron en algún momento el valor literario de la obra periodística de Adolphe Marie que, con el paso de los años, acabó siendo desconocida para el gran público.
En 1973. Jeannette Bernard Villar obtuvo en Francia su Doctorado con una tesis sobre Adolphe Marie, periodista en Costa Rica. Tres años después, el Ministerio de Cultura Juventud y Deportes publicó Pinceladas periodísticas de la Costa Rica del Siglo XIX por Adolphe Marie, antología compilada por la Dra. Bernard. En el prólogo, la investigadora declara que, en su recopilación de documentos, no pudo dar ni con un ejemplar suelto de El Eco, por lo que esa parte de la obra de Marie tal parece que se ha perdido. La producción periodística de Marie que se conserva, en todo caso, es bastante amplia.
Adolphe Marie no siempre firmaba los artículos que escribía con su nombre completo, ya que en ocasiones solamente ponía sus iniciales: A.M. También utilizaba el pseudónimo de Fantasio, por lo que algunas de sus notas aparecen firmadas también por una F. En el libro se incluyen largas disertaciones políticas, así como notas jocosas sobre la vida josefina. Apasionado defensor de la unión centroamericana, con frecuencia polemizaba sobre este tema y se refería a publicaciones aparecidas en periódicos de otros países del Istmo. Para dar a conocer el pensamiento y figura de los escritores de su país natal, no solo publicó notas sobre Lamartine, Girardin, Chateaubriand y Víctor Hugo, sino que reprodujo, traducidos al español, artículos escritos por ellos.
Marie escribía en broma y en serio. Su extenso tratado sobre la importancia de la cortesía tiene guiños humorísticos y la crónica de la pelea de gallos entre el Paperas y el Pinto, deja muy claro la pasión que despertaba este entretenimiento entre los costarricenses de aquella época. Con un breve diálogo, Marie muestra que, mientras los dos animales se batían a muerte, no había fuerza en el mundo capaz de hacer que los asistentes abandonaran su sitio.
—Mira que arde tu casa.
—¡Que arda!
—Que te roban a tu mujer.
—¡Que se la roben!
—Que se muere tu hijo.
—¡Que se muera!
Ninguna emergencia de la Patria dice Marie, habría podido reunir en quince días la cantidad de oro que se jugó en apenas unos minutos sobre esa pelea.
Teatro Mora, primera sala de espectáculos en Costa Rica. La foto es de 1870, cuando era llamado Teatro Municipal de San José.
Para ofrecer espectáculos más refinados que los de las galleras, el 11 de abril de 1850 inició la construcción del primer teatro en San José que, en honor al Presidente, fue llamado Teatro Mora. El edificio, que se encontraba en avenida segunda y calle seis, fue diseñado por Alejandro Escalante, usando como modelo un pequeño teatro de Lima. La inauguración tuvo lugar el 1 diciembre de 1850. Un tenor italiano de apellido Ghizzoni, interpretó canciones de Rossini, Verdi y Donnizzetti. También cantó la sueca Jenny Lind, gran amiga del escritor danés Hans Christian Andersen. La parte divertida, estuvo a cargo de un mago.
Antes de la construcción de este edificio, con platea en forma de herradura, amplio patio de butacas, espacioso escenario y palcos elevados, las únicas representaciones teatrales que había habido en Costa Rica habían tenido lugar en galerones a los que los asistentes debían llegar cargando su propia silla. Un grupo de aficionados, entre los que había costarricenses y españoles, montaron varias obras cómicas y dramáticas en el Teatro Mora, pero la primera compañía profesional en presentarse fue la del francés Mateo Fournier, que se encontraba de gira en Panamá y fue invitada a venir a Costa Rica. Debutó el 13 de diciembre de 1851 y llegó a presentar doce funciones.
Pese al esfuerzo de los promotores, el teatro no llamó mucho la atención. Adolphe Marie se quejaba de que los ticos preferían el billar, los toros y las peleas de gallos. Cuando llegó a San José un circo que, entre los saltimbanquis, tenía uno que caminaba en la cuerda floja, atrajo a su carpa una verdadera multitud, mientras que el teatro quedó vacío.
Para colmo de males, el obispo Anselmo Llorente Lafuente, no miró con buenos ojos la apertura del teatro y mandó a los católicos que se abstuvieran de asistir a él. Para Monseñor Llorente, el teatro «constituía un peligro para la moral social y era aliciente estimulador a la conquista de ideas antirreligiosas y disociadoras».
Adolphe Marie que, entre otros cargos públicos que desempeñaba, era el censor oficial de espectáculos, defendió el teatro desde las páginas de La Gaceta. Le recordó al obispo que, en la propia Roma, gobernada por el Papa, había teatros que ofrecían funciones incluso durante la Cuaresma e invitó al obispo a asistir a alguna de las funciones para que confirmara, por sí mismo, que el espectáculo no estaba reñido con la moral y las buenas costumbres y que, más bien, contribuía al enriquecimiento cultural de la población. Llorente, como era de esperar, ni aceptó la invitación ni cambió de criterio.
Por la posición del obispo, la compañía Fournier se marchó de Costa Rica. El único que se quedó fue Emilio Segura, quien se dedicó al periodismo al lado de Monsieur Marie. Pese a la amarga primera experiencia, en años posteriores la compañía Fournier se presentó dos veces más en Costa Rica y, finalmente, todos acabaron residiendo en el país. Don Mateo Fournier Hecht, hijo de Mateo Fournier, el director teatral, contrajo matrimonio con Pacífica Quirós Morales y fue el fundador de la familia Fournier en Costa Rica. Don Mateo y doña Pacífica son los abuelos de don Rodrigo Fournier Guevara y los bisabuelos del Presidente Rafael Ángel Calderón Fournier.
Durante la Campaña Nacional de 1856-1857 y la peste del cólera, el teatro se mantuvo cerrado. En 1858 se reabrió con una obra teatral sobre la guerra contra los filibusteros. Tras la caída y posterior fusilamiento de don Juanito Mora, el recinto pasó a llamarse Teatro Municipal y estuvo activo unos años más.
Adolphe Marie prestó servicios importantes durante la Campaña Nacional como diplomático. Tuvo una misión muy delicada en Guatemala que tal parece fue exitosa.
Uno de los artículos de Chateaubriand que Adolphe Marie tradujo y publicó en Costa Rica trataba de la peste del cólera, que se estima que causó más de cuarenta millones de muertes en Asia, África, Europa y América durante el Siglo XIX. La epidemia, según el escrito de Chateaubriand, empezó en la India en 1817 y de allí se extendió por todo el mundo. En Rusia, Inglaterra y Francia, el cólera aniquiló poblaciones enteras. En Francia, por cierto, los cadáveres, en vez de ser enterrados, eran arrojados a los ríos. Entre las víctimas del cólera en Estados Unidos estuvo Ellen Galt Martin, la novia de William Walker en New Orleans.
Hoy, hasta los niños de escuela saben que el cólera lo provoca una bacteria, pero en aquellos años, cuando no se sabía de la existencia de microorganismos, Chateaubriand se preguntaba: «¿Qué es el cólera? ¿Será un viento mortal?» El Dr. Carl Hoffmann, jefe de los servicios médicos del ejército costarricense durante la Campaña Nacional, creía que la enfermedad se podía curar frotándose con alcanfor. William Walker, que era médico, suponía por su parte que el contagio se debía a la posición que se adoptaba al dormir. Definitivamente, estaban a ciegas ante el mal y los que se salvaron del contagio lo deben a un puro milagro.
Adolphe Marie publicó el artículo de Chateabriand sobre el cólera en La Gaceta, el 31 de agosto de 1850. No pudo haber imaginado que, seis años después, la epidemia llegaría Costa Rica y él sería una de sus víctimas. La vida de Adolphe Marie fue breve. Vivió solamente cuarenta años, los ocho últimos en Costa Rica. Su figura y su obra periodística, pese al esfuerzo de la Dra. Villar, continúa siendo desconocida para el gran público.
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